1 jun 2012

LIT-CI 30 años: Especial sobre la revolución boliviana

Escrito por Alicia Sagra   

Un largo combate por una salida obrera a la revolución



La revolución boliviana, que se ha manifestado una y otra vez a los largo de la segunda mitad del siglo XX y en los inicios del XXI, ocupó, desde siempre, un lugar jerarquizado en la elaboración política y teórico-programática de nuestra corriente. Elaboración que se fue haciendo al compás de la revolución, y en medio de fuertes polémicas con otras corrientes del trotskismo.


Durante más de 50 años, el movimiento de masas boliviano con la clase obrera a la cabeza, logró desestabilizar y destruir regímenes, dividir a la burguesía, derrotar a las fuerzas armadas, imponer la reforma agraria y la nacionalización de la minería. Pero siempre la burguesía, de una u otra forma, consiguió recuperarse. La clase obrera, con su sector de vanguardia, los trabajadores mineros, hizo todo lo que podía hacer, pero una y otra vez, lo que falló fue la dirección.

El primero y más glorioso de estos capítulos revolucionarios fue el de 1952. Los obreros derrotaron al ejército, formaron su propia milicia y crearon su propio organismo de poder: la Central Obrera Boliviana. Si hubiera triunfado esta gran revolución obrera, habría cambiado la historia de Latinoamérica y también del trotskismo y de la IV Internacional, porque el POR boliviano fue codirección (aunque en minoría) de ese proceso.

Pero desde la Cuarta dirigida por Pablo y Mandel[1], se impulsó una política que significó una verdadera traición a la revolución boliviana. Según Nahuel Moreno, esa fue la consecuencia más trágica de la política de capitulación a las direcciones traidoras asumida por el pablismo. Pero esa política no fue unánime, sino fuertemente polémica dentro de la Internacional. Esa polémica tenía un punto central: ¿había que pelear por el poder de la COB, como defendía Nahuel Moreno o dar el apoyo crítico al gobierno burgués del MNR, como hizo el POR dirigido por Guillermo Lora, siguiendo la orientación de Pablo y Mandel.

En 1971, se da otro estallido revolucionario y la historia se vuelve a repetir: las direcciones le vuelven hacer el juego a Lechín que se niega a que la COB tome el poder. Esta vez, nuestra corriente polemiza con dos sectores, por un lado con Guillermo Lora y su política del Frente Revolucionario Antiimperialista, de alianza con el stalinismo y los “generales patriotas”. Por otro lado, con la orientación aventurera, guerrillerista, impulsada por Mandel y Livio Maitan desde el Secretariado Unificado de la IV Internacional (SU). Por culpa de sus direcciones, la clase obrera no pudo definir la situación, la que finalmente se resolvió con el golpe contrarrevolucionario de Banzer.

La insurrección minera de marzo de 1985 que enfrentó al gobierno de Frente Popular encabezado por Siles Suazo, volvió a plantear el problema del poder. Lechín[2] y el Partido Comunista recurrieron a todo tipo de argumentos y maniobras hasta que lograron desmontar la insurrección. Pero no fue sólo a ellos a los que tuvimos que enfrentar. Desde la LIT-CI y desde nuestro joven partido boliviano (el PST), desarrollamos un fuerte debate con los trotskistas del SU que participaban de la dirección de la COB, con el POR (Lora) de Bolivia y con el Partido Obrero de Argentina. Con diferentes argumentos, todos ellos, coincidían en un punto: LA COB no podía tomar el poder.

Esta vez, revolución fue resuelta “pacíficamente” por la burguesía, adelantando el llamado a elecciones en las que se impusieron las variantes de derecha. La clase obrera boliviana, previamente derrotada por sus direcciones que se negaron a tomar el poder, sufrió la derrota de los planes neoliberales, impuestos por el mismo Paz Estenssoro al que la COB entregó el poder en 1952.

Pero la disposición revolucionaria de la clase obrera y el movimiento de masas boliviano, es extraordinaria y nuevamente volvieron a cuestionar el poder burgués en el 2003-2005. Y nuevamente las direcciones lograron abortar el proceso. Esta vez, el principal combate lo tuvimos que dar con quienes se ubicaron en el terreno del “socialismo del siglo XXI” y el “indigenismo” de Evo Morales para desviar la revolución obrera hacia el callejón sin salida de la democracia burguesa.

Pero al igual que en los procesos anteriores, debimos desarrollar otros debates. Continuó la polémica con las formulas abstractas de poder típicas del POR-Lora y surgió una nueva con otros sectores del trotskismo. Esta vez no tuvimos que enfrentar posiciones ultraizquierdistas como las de 1971. Lo nuevo, coherente con el “vendaval oportunista” originado en los ’90, fue que organizaciones que se reivindican revolucionarias (PO y PTS de Argentina, el MES de Brasil) comenzaron a responder a las revoluciones con la propuesta de la Asamblea Constituyente, es decir otra forma de enchalecar a la revolución dentro de los marcos de la democracia burguesa. Enfrentamos esas propuestas apoyándonos en Nahuel Moreno que categóricamente define:
“Todo intento de plantear en una etapa revolucionaria la consigna de Asamblea Constituyente como la esencial, es una traición directa a la política trotskista que no tiene como objetivo hacer una revolución democrática, sino hacer una revolución que lleve a la clase obrera y a sus aliados, organizados revolucionariamente, al poder”[3]. Y en Trotsky quien así explica el papel que jugó la consigna de Asamblea Constituyente en la Rusia de 1917 . “Ningún partido, sin excluir a los bolcheviques, había retirado aún la consigna de Asamblea Constituyente Pero, de un modo casi imperceptible, en el curso de los acontecimientos de la revolución, la consigna democrática principal, que por espacio de 15 años había brillado en la heroica lucha de las masas, palidecía, desvanecíase como aplastada entre dos muelas, (...), se convertía en una tradición y no una perspectiva. Semejante proceso no tenía nada de extraño. El desarrollo de la revolución se basaba en una lucha directa por el poder entre las dos clases fundamentales: la burguesía y el proletariado. Nada podía dar a la primera ni al segundo la Constituyente (...) La fuerza de la tradición se manifestó en que, en vísperas de la última batalla en torno a la Constituyente, ninguno de los bandos había abjurado de ella. Pero en realidad, la burguesía dejaba a un lado la Constituyente para apelar a Kornilov, así como los bolcheviques al Congreso de los soviets”[4].

Han sido más de 50 años combatiendo por el poder obrero en Bolivia, enfrentando las propuestas populistas y las salidas sectarias y oportunistas que se han dado desde diferentes sectores del trotskismo. Ese combate no ha terminado, nuestros compañeros bolivianos lo siguen dando y con seguridad, esa heroica clase obrera volverá a plantear el problema del poder. Esperemos que en ese momento, exista una dirección revolucionaria que impida una nueva frustración.

Textos que reproducimos:

Sobre la revolución de 1952: Bolivia: 50 años al borde de la toma del poder, publicado en Marxismo Vivo nº 8 (Marzo de 2004); y Lora-Solón: polémica clave en Bolivia, debate entre Guillermo Lora y Pablo Solón publicada en el Correo Internacional nº 25 (Diciembre de 1986).

Aclaración: Pablo Solón, en el momento de ese debate, era el principal dirigente del PST (sección boliviana de la LIT-CI). En la actualidad no hace parte de nuestra Internacional.


Sobre los procesos de 1971: Lora reniega del trotskismo y el Capítulo I del Partido y la Revolución, Bolivia, clave de la actual situación.

Sobre la insurrección minera de marzo de 1985: Bolivia: la insurrección traicionada, de Correo Internacional nº 15 (Diciembre de 1985).

Aclaración: Eugenio Greco (autor del primer texto), fue parte del equipo de elaboración dirigido por Nahuel Moreno. En la actualidad no pertenece a la LIT-CI.

Sobre los procesos de 2003-2005: Bolivia: Una revolución obrera y socialista en curso (Correo Internacional Nueva Época, nº 103, noviembre 2003); La Izquierda Latinoamericana y la revolución boliviana: ¿Profundizar la “democracia” o luchar por el poder? (Marxismo Vivo nº 8 (marzo de 2004);

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[1] Michel Pablo (griego) y Ernest Mandel (belga), fueron dos jóvenes dirigentes que quedaron al frente de la IV Internacional al finalizar la II Guerra Mundial. En un primer momento cumplieron un rol positivo al intentar llevar a la IV a ligarse al movimiento de masas. Pero al poco tiempo su impresionismo, los llevó a impulsar una política de capitulación a los partidos stalinistas y nacionalistas burgueses, que provocó la ruptura de la IV y la liquidadción (por varios años) del trotskismo europeo.

[2] Juan Lechín Oquendo, principal dirigente de la COB desde 1952 hasta 1986.

[3] Tesis XXVII, Actualización del Programa de Transición.

[4] León Trotsky, La historia de la revolución rusa

1 comentario:

Mario Ferreiro dijo...

Muy interesante artículo sobre un capítulo importante en la historia de este país hermano